¡10 pasos más lejos del estrés!

lunes, 4 de noviembre de 2013
Si bien algunos estudios dicen que gracias a los estrógenos las mujeres manejamos mucho mejor el estrés, otras estadísticas indican que somos más propensas a manifestarlo en síntomas como dolores de cabeza y glotonería, y a comer en exceso para calmarlo. Además, debido a la incursión en la competencia laboral, estamos acoplándonos a un ritmo de vida muy diferente al de las abuelas.

Levantarse muy temprano, dejar todo perfecto en la casa, estar regia para la reunión de las 10 a.m., enfrentarse al tráfico de la ciudad y encontrar la forma de que el día rinda mínimo 27 horas. Sí, porque siempre hace falta tiempo, sobre todo si se trata de alguien que es madre, esposa y gerente de manera simultánea. Pues aunque la naturaleza nos dotó con el don de hacer varias cosas al mismo tiempo, a veces la presión pasa la cuenta de cobro.

De hecho, hace décadas las investigaciones sobre estrés eran dedicadas exclusivamente a los hombres, pero es claro que en nuestros tiempos somos nosotras las presas predilectas de esta condición, pues además de seguir siendo madres y responsables de una empresa llamada hogar, estamos compitiendo con los hombres por los puestos importantes en el mercado laboral.

Y dadas las circunstancias, es muy normal que nos acostumbremos a cargar con el estrés como si fuera el bolso o las gafas de sol, un error garrafal si queremos llegar sanas y salvas al quinto piso. Aunque son muchas las investigaciones que todavía se adelantan, sabemos que este es un estado poco favorable para la salud humana, pues además de afectarnos síquica y emocionalmente, trae repercusiones tangibles a nuestro corazón y otros órganos.

Una herencia peligrosa

Al igual que todo lo relacionado con el cuerpo humano, el estrés también es producto de un proceso hormonal. Y se da como respuesta a las situaciones negativas que implican peligro o temor, pues estas hacen que el cerebro envíe una señal a las glándulas suprarrenales, que comienzan a producir cortisol (de la familia de los corticoides).

Al ser liberada, esta sustancia produce un aumento de la glucosa en la sangre, con el fin de dar más energía a los músculos –un sistema muy efectivo cuando teníamos que huir de grandes depredadores-, y al hacerse cotidiana esa sensación de estrés, logra modificar nuestro cerebro, y por lo mismo, el estado anímico.

Cuando se liberan grandes cantidades de cortisol, los primeros síntomas se asocian con una falta evidente de sentido del humor, irritabilidad permanente, llanto fácil, accesos de ira e insomnio. También es normal experimentar síntomas físicos como cansancio permanente sin justa explicación, palpitaciones, jaquecas, problemas digestivos y urinarios, calambres musculares, pérdida notoria de la memoria, falta de apetito o, por el contrario, ansiedad por comer, ciclos menstruales irregulares e incluso, problemas de fertilidad.

Por supuesto, lo anterior implica tener un sistema inmunológico mucho más débil, lo cual es una forma muy fácil de caer en los tentáculos de cualquier enfermedad. De hecho, el exceso de estrés está asociado a condiciones como la obesidad y el sobrepeso, depresión, úlceras, problemas en el corazón, acné y alopecia.

Así las cosas, se entiende por qué entidades como la Organización Mundial de la Salud han encendido las alarmas para concientizar sobre sus consecuencias en el mundo entero, pues se estima que el 75 por ciento de los adultos experimentan a menudo  grandes dosis de estrés. Además, el ritmo de vida en las ciudades absorbe cada vez más los espacios de relajación, ocio y alimentación de antaño, convirtiendo el problema en un odioso círculo vicioso.

Hablemos de estrés femenino

A pesar de pertenecer a la misma especie, hombres y mujeres somos tan distintos entre sí, que podríamos fácilmente dudarlo. De hecho, estas diferencias físicas y sicológicas se hacen más grandes cuando pensamos en los roles que cada uno ejerce en la sociedad. Por eso, cuando hablamos de estrés, también hay diferencias. Incluso, una encuesta realizada por Gallup hace un par de meses, dejó más clara la cuestión. Para comenzar, de cada diez mujeres, ocho manifestaron tener una gran carga de estrés.

Además, en mayor medida que los hombres, nosotras presentamos efectos físicos como dolores de cabeza, llanto incontrolable y hasta náuseas. Incluso, la mitad de las mujeres encuestadas reconocieron que en el mes anterior habían pasado varias noches en vela por culpa del estrés  y que aumentaron la cantidad de comida ingerida debido a la ansiedad (hecho que no es tan evidente en los hombres).

También son distintas las razones expuestas por hombres y mujeres para sentirse estresados. Al parecer, mientras ellos se muestran más ansiosos por la carga laboral, nosotras nos inquietamos  por los problemas económicos. Esto, al parecer, se debe a varias razones, como que los gastos de una mujer en salud son evidentemente más altos que los de un hombre, además de ser peor remuneradas salarialmente, incluso ocupando el mismo cargo.

Por su parte, las mujeres casadas manifestaron mayores niveles de estrés que las mujeres solteras. ¿La razón? La carga emocional de la familia generalmente reposa sobres las mamás, y ellas prefieren priorizar los asuntos de sus hijos y esposos incluso sobre su propia salud; eso sin contar con que cada vez es más común que también se encarguen de proveer el dinero.

Entonces, ¿qué hacer?

Aunque algunos creen que no hay muchas alternativas fáciles y naturales para combatir el exceso de ansiedad y presión, en realidad son muchas las herramientas sencillas para contrarrestarlos. Pero, por supuesto, primero debe hacer algo que solo usted puede hacer y es del todo elemental: deje de decir que no tiene tiempo para algo diferente a trabajar o atender su hogar.

Partamos de la premisa de que como mujeres podemos conducir  mientras nos pintamos los labios, peinar a nuestro hijo a la par que atendemos asuntos laborales por teléfono y dividirnos eficientemente como hijas, madres y esposas. Por lo tanto, se convierte en excusa eso de “no tener tiempo” para lo más elemental: cuidar la salud. Si no está dispuesta a quitarse ese cuento de encima, ninguno de los consejos enumerados servirá de nada.

Ahora sí, manos a la obra:

1. El orden ante todo

Precisamente por eso, el primer consejo es planificar muy bien su cronograma diario. Si no organiza y administra eficientemente su tiempo, es muy difícil estar al día con todas las actividades, y por lo tanto, muy fácil será presa del caos cuando se junten las tareas de los niños con los compromisos laborales.

Además, planificar le evitará sobrecargarse con responsabilidades que usted no está en condición de asumir, pues así como somos expertas en hacer más de dos cosas a la vez, también pecamos por exceso y ambicionamos a menudo ser “la mujer 10” en todo, una meta muy agotadora.

Recuerde que no la hace menos reconocer sus límites; al contrario, la convierte en una mujer inteligente, totalmente apta a la hora de trazarse y alcanzar metas, pues será consecuente con su realidad.

2. Mente abierta a los cambios.

Comúnmente es muy difícil para cualquier humano asumir tranquilamente los cambios, sobre todo cuando estos implican abandonar lugares de confort o estatus social. Sin embargo, la adaptación es una herramienta necesaria para asumir la vida. No oponerse a éstos y, al contrario, tratar de aprovecharlos y potenciarlos, es indispensable para mantener el estrés a raya.

De ahí que será lo más adecuado estar preparada para cualquier eventualidad, y eso no solo implica ahorrar o tener una preparación académica constante, también se trata de optar por una mente positiva.

Varias investigaciones han puesto como tema central el poder de las palabras y su repercusión en el estrés. Si pudiéramos dejar el pesimismo o detener la velocidad con que nos quejamos, seguramente seríamos personas más tranquilas. Un buen consejo es escribir y tener frases escritas como “Estoy hecha de paz y amor” o “Este día será el mejor de todos” en lugares visibles y de lectura obligatoria (algunas en su oficina).

3. ¡Desahogarse!

No importa si lo hace por escrito o hablando, lo fundamental es que pueda sacar sin reserva los motivos que la agobian o las circunstancias encargadas de irritarla. Es indispensable hacerlo abiertamente, pero también con la disposición necesaria de escuchar lo que los demás tengan que decirle (en caso tal que deseche la idea de llevar un diario). Saber recibir críticas, opiniones y consejos sin estar a la defensiva, le ayudará a relajarse, además de ver sus problemas desde otras perspectivas -a menudo- más objetivas y realistas.

4. ¡Ocúpese y no se preocupe!

Es normal que nuestra mente vuele a una velocidad mayor a la de los acontecimientos, y generalmente el rumbo no es el más prometedor. Así que angustiarse por posibles calamidades venideras, por el calentamiento global, la crisis en Siria y otros asuntos que no dependen de nuestro control, es absolutamente innecesario y dañino.

Por eso, a partir de este momento, dedique el tiempo sumado entre preocupación y preocupación a un pasatiempo nuevo. Nunca es tarde para pintar, tomar el taller de fotografía que siempre quiso hacer o iniciar las clases de danza. De hecho, poner a prueba sus habilidades con una actividad nueva es una excelente forma de concentrarse en cosas más productivas que meras preocupaciones.

5. Meditar no es solo para yoguis

Algunos todavía creen que actividades como la meditación y el yoga son exclusivas de personas adoctrinadas en la ruta del vegetarianismo, hinduismo u otra filosofía de ese estilo. Sin embargo, cada vez más médicos alópatas recomiendan ejercicios de este tipo a sus pacientes.

El comienzo es sencillo: basta cerrar los ojos durante 10 minutos y tratar de evadir cualquier pensamiento que interfiera en su relajación. Una vez en este estado, puede hacer ejercicios de respiración que la concienticen de cada parte de su cuerpo, buscando relajar los músculos que permanecen tensionados sin que lo advierta. Y de paso le estará ayudando a su sangre a oxigenarse mucho mejor.

6. Por la tranquilidad y la belleza…

Si definitivamente el yoga y la meditación no son lo suyo, entonces elija una práctica deportiva que la relaje mientras se divierte. De todas formas, hacer ejercicio siempre ayudará a reducir el estrés, quemar lo que el cuerpo no necesita y mejorar la salud física y mental.

De hecho, tener sexo también cuenta como ejercicio, pero con un plus adicional: las hormonas liberadas gracias al orgasmo aliviarán no solo la tensión, sino cualquier tipo de dolor que sufra mientras reduce la presión sanguínea.

7. El poder natural

Las ciudades son poderosos centros de estrés, así que a muchos solo les basta salir de ellas para sentirse mucho más tranquilos. Siempre es una buena decisión subirse a su carro los fines de semana y recorrer sitios donde haya animales y silencio. De hecho, los japoneses consideran que estar en contacto con el color verde de la naturaleza cambia de frecuencia nuestra actividad mental y nos ayuda a estar en armonía con el entorno.

8. Olvídese de…

Casualmente, la mayoría de personas tiende a fumar, ingerir licor y comer dulces cuando están estresadas. Pero estas prácticas, lejos de relajarnos, aumentan el nivel de estrés mientras intoxican nuestro cuerpo. Por ende, disminuir el cigarrillo, el licor y el café son alternativas muy efectivas que deben ser tomadas en serio. Tampoco es recomendable acudir a somníferos u otros medicamentos sin previa aprobación médica. En cambio, será absolutamente tranquilizador cambiar las gaseosas por el consumo abundante de agua y  té negro.

9. Que no sea por falta de tacto

Dejarse hacer masajes una vez por semana es una excelente forma de reducir los niveles de cortisol. Por lo menos eso encontraron investigadores estadounidenses, quienes también le adjudican a esta práctica una liberación importante de dopamina y serotonina, sustancias asociadas a las sensaciones de bienestar, y por lo tanto, muy efectivas en la reducción de tensión física y emocional.

10. Lo más importante…

Y para finalizar, es preciso hacerlo con la recomendación más importante: aliméntese sanamente. Y con esto no solo queremos decir que consuma frutas y vegetales. Comer  sanamente implica, entre otras cosas, no saltarse el desayuno, evitar periodos de ayuno prolongados y masticar lentamente.

También consumir alimentos a base de cereales integrales como el pan (en el mercado encuentra con fibra, minerales y vitaminas) y verduras ricas en antioxidantes (como la zanahoria y todos los de hoja verde). Al mismo tiempo, bajarle a los que tienen altos contenidos de grasa animal (las carnes rojas) y evitar los dulces, los alimentos procesados y los  hipercalóricos.

Es común encontrar niveles elevados de cortisol en mujeres ejecutivas, lo cual les genera deficiencia de nutrientes en el metabolismo y un sistema inmunológico débil.

El estrés reduce la energía, vitalidad y enfoque, así que es necesario encontrar una adecuada técnica de relajación.

No dedicarle tiempo a la alimentación y elegir comida de mala calidad, son formas efectivas de enfermarse por estrés.

Las mujeres hacen menos ejercicio semanal que los hombres, una razón de peso para que seamos más propensas a sufrir estrés.

La mayoría de la gente recurre al tabaco, al alcohol y a la comida chatarra para aliviar la ansiedad, medidas que no hacen nada diferente a empeorarla.


Via vanguardia.com

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